Oscar Wilde

"Podria simular una pasion que no sintiera, pero no podria simular una que me arrasara como el fuego"

sábado, 6 de febrero de 2010

Para todos los pecadores

Siempre me considere una persona agnóstica tirando para atea. La religión, más que una serie de dogmas por las que guiar mi vida me resulta, un cuento chino digno de mofa y burla, por varios motivos, desde la imposibilidad de creer en un ser todo poderoso que parece que la ha tomado por alguien o quizás sea por toda la parafernalia que se monta alrededor de lo que algunos ingenuos llama “actos de fe”.


A los hechos me remito, comuniones, bautizos, confirmaciones, bodas… son una escusa para irse de fiesta y disfrutar con el consumismo que ese sí que es nuestro verdadero Dios.

Estoy bautizada y no por mi elección (y dudo que por la de mis padres), hice la comunión sí (es lo que tiene estudiar en un colegio de curas y que esa ceremonia sea sinónimo de una opulenta comida y un montón de chorradas envueltas en papel de regalo, todo unido a un vestido carísimo que llevaba can, can; todo hay que decirlo, en esos momento mi pensamiento era: si Dios a querido que me regalen tonterías y me ponga este vestido, Dios tiene que molar…), pero ya en el momento de confirmarme, lo primero que pensé era en el reloj que me iban a regalar, pero después de puntualizar que necesitaba 2 años de preparación, malgastando sábados que podía dedicarlos a hacer el cafre con mis amigos y domingos durmiendo en lugar de asistir a la eucaristía, decidí que un reloj no valía tanto tiempo escuchando gilipolleces que en realidad no creía.


Y aquí me encuentro, con poco más de dos décadas sobre la tierra y una fe escuetita tirando para inexistente. Renegando de todo lo que suena a religioso y es más, cachondeandome de todo lo que tiene que ver con ello.


Es más, hace poco pensé en confesarme… pero ante el pensamiento de mis pecados tendría que llevarme un taper para cenar allí y un saco de dormir para hacer noche en ese lugar a los que algunos llaman sagrado.

En relación con este tema, me puse a pensar sobre los pecados capitales para ver cuantos rigen mi vida y de cuantos soy pecadora:


Pereza: Hombre, si para mí el día empieza alrededor de la 1:30 de la tarde y paso más tiempo en posición horizontal mirándome el ombligo que realizando otra actividad más producente podríamos decir que sí, peco de Pereza.


Envidia: Me pongo a despotricar sobre modelos y actrices con piernas kilométricas casi tan largas como yo (como yo entera por supuesto).


Soberbia: Si cuando me levanto (recalco y reitero, a la una del medio día) me miro al espejo y me digo al verme (con la cara hinchada de dormir, unos pelos de loca que darían miedo a la misma niña del exorcista, la marca de la sábana incrusta a la cara y el hilillo de la baba todavía brillante):

Qué regalo soy para el mundo! ¡Que suerte tiene de que yo salga a la calle!-

(Aunque visto así me pongo a pensar… ¿Cómo voy a pecar de orgullo y soberbia si soy perfecta?)


Lujuria: De eso mejor no hablamos… disfruto demasiado de los placeres de la carne… sólo eso.


Ira: No es que sea agresiva, solamente que hay veces que me sacan de mis casillas y a continuación decido utilizar mis armas de mujer (es decir, saco la escopeta).


Gula: Sería una extensión de la lujuria, disfruto demasiado de los placeres de la carne (de cerdo, de cordero, de ternera, de pollo…), me gusta hacer mis 8 o 9 comidas diarias (aunque a veces me faltan las horas) y el día que tengo hambre, soy capaz de comerme al cocinero rebozado. Aunque si nos ponemos a pensar, esto no es gula, sino hambre, siempre me acojo a los refranes, y esta vez no va a ser menos: La ley del pobre, reventar pa’ que no sobre…


Avaricia: De eso tal vez me libro…


Y así andamos: Pecadora hasta las trancas, que si me llego a confesar un día de estos para ahorrarle tiempo al “señor, santo sacerdote” y a mi misma, más me vale decir:


-Óigame, señor don cura, no me he cargao a nadie… por lo demás e pecado de todo, absuélvame…-


La verdad es que me parece una tontería confesarse cuando bien sabes que vas a seguir haciendo todas esas cosas que tanto te gusten, hartarte a comer, follar si se puede (o si no, ya se encontrará otra manera de buscar el alivio), reventar objetos de valor contra el suelo cuando te cabreas y un largo etcétera.


Por eso, terminaré con una frase de Jules Renard sobre el tan todo poderoso Dios, que a mi modo de ver, describe con exactitud todo lo que opino sobre él y que tras leerla se ha convertido en mi frase atea preferida (sustituyendo a mi: “O Dios no existe o es un hijo de puta”)


"No sé si exista Dios, pero sería mejor para Su reputación que no."

Y cada uno, que piense lo que quiera…

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